miércoles, 21 de marzo de 2012

Animalitos heridos



Desde niña se había acostumbrado a estar sola. En esa soledad, una de sus aficiones era soñar pero otra, mucho más fuerte, y que se había acentuado con los años, era coger a aquellos animalillos que tenían una patita mal, o alguna herida y curarlos.

Siempre se repetía la misma historia, cogía un pajarito que tenía una pata herida o un ala dañada y lo llevaba consigo. 

Lo ayudaba a curarse, mientras jugaba con él, reía con él y soñaba con él. Esos momentos eran totalmente felices para la niña.

Tardaban poco o mucho en sanar, pero siempre, cuando el pajarillo se curaba, este tarde o temprano extendía sus alas, y echaba a volar sin mirar atrás.

Ella, todavía hoy, sigue curando pajarillos, con la esperanza, de que alguno le esté tan agradecido, que decida con ella por siempre estar.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Como robots

Con que facilidad olvida la humanidad. Olvida las catástrofes cuando no le afectan directamente a ella. Tantos niños muertos por causas injustas, cuantas mujeres sufriendo, cuantos hombres esclavizados, y la humanidad hace oídos sordos. No piensan en el dolor hasta que le afecta directamente a ellos, después se solidarizan, que irónico. 

Yo hoy no quiero ver un niño llorar.

Yo hoy no quiero ver una mujer sufrir en silencio.

Yo hoy no quiero ver a hombres viviendo solo para trabajar por su familia.

Yo hoy no quiero ver que una catástrofe arrasa medio mundo y que el otro medio siga viviendo tranquilamente.

Yo hoy no quiero ver más desgracias que me enferman el corazón y el alma.

La indiferencia no nos hace humanos. ¿En que nos estamos convirtiendo? ¿En robots? ¿En gente sin cerebro y sin sentimientos?

Hoy derrama una lágrima por el mundo, hoy no te consueles en el mal de otros, hoy piensa en ti, pero piensa que somos humanos, eso nos une, todos somos iguales y diferentes al mismo tiempo, hoy no hagas oídos sordos y escucha al prójimo, siente sus gracias y sus desgracias.

Vive, deja vivir, y regala una vida a aquellos que lo necesitan.

sábado, 3 de marzo de 2012

Billete de ida y vuelta


 
Abro el armario del espejo del baño, miro, ese bote de mis vitaminas y pienso, por qué no tomar una si eso, me hace recordar que no me he muerto.

Una, resbala por mi garganta, un poco de agua, es la misma cantinela toda las mañanas.

Y empiezo, a ver las cosas como yo quiero, a ver que el mundo me sonríe y pienso, que tengo ganas de vivir, que tengo ganas de soñar y de volar.

Salgo a la calle, saludo a todo el mundo, por mis venas corre euforia, corren ganas de vivir, de sentir, de amar.

Miro las nubes rosas, y los pájaros azules sobrevolando la ciudad. Veo a la señora que pasea a su perro de peluche, veo a los dos señores con boinas de colores sentados en un banco de cristal. Veo a preciosas chicas, caminar de la mano de apuestos chicos. Y sigo caminando.

Llego a mi clase, suena el celestial timbre que indica que empieza una maravillosa jornada, todo el mundo sonríe, todo el mundo es feliz. Entra la profesora, tarareando una bonita canción, como todas las mañanas, iluminando los rostros de sus alumnos, veo, como todos escuchan encantados las maravillosas palabras que salen de la boca de aquella hermosa profesora.

Llega la última clase. Las radiantes sonrisas de los alumnos, han desaparecido y las han usurpado tristes sonrisas cansadas, la profesora arrastra los pies con desgana, al igual que arrastra sus palabras, como prolongando la agonía.

Suena el timbre, ese sonido celestial otra vez, pero esta vez solo nos indica la liberación de lo que se tornó infernal.

Salgo a la calle, las nubes están grises, y empieza a llover sobre el asfalto. Miro a la derecha, dos viejos verdes soltándole improperios a las chicas, sentados en un banco, sigo caminando, un perro se me acerca, una patada le propino, que asco de bestia, solo veo vulgares chicas caminando al lado de  macarras, ellos sonríen satisfechos por ese trofeo, y ellas sonríen, satisfechas de ser las más putas del barrio, hay tantas como ellas.

Llego a casa, abro la nevera, vacía, solo unas lonchas de viejo chorizo, y el pan encima de la mesa, que ya sale moho de él. Me hago un bocadillo, que me meto a la boca y acto seguido, se me revuelve el estómago, y al baño voy corriendo.

Arrodillada ante la taza del wáter vomito, aquella putrefacta comida que acabo de intentar ingerir.

Me levanto, con los ojos llorosos, y me acerco al espejo, veo mi rostro desecho, pego un golpe al lavabo, con el cual solo consigo hacerme más daño.

Miro al frente, y veo mis vitaminas, mi billete de ida y vuelta, tan apetitosas como siempre, pienso, en que eso me devolverá el aliento.

Se desliza otra por mi garganta, un sorbo de agua. Y la luz de la estancia se hace más clara.