Entraba en aquel bar de carretera, era la primera vez que pisaba un sitio así. Se agolpaban en aquel lugar lóbrego sucios y gordos camioneros que buscaban sexo, motoristas y prostitutas, aquello parecía el mismísimo centro del infierno y Alba no quería estar ahí. Tenía un pinchazo en la rueda trasera de su coche y para colmo no tenía ni una ralla de cobertura en el móvil en aquel lugar, que parecía dejado de la mano de Dios. No le quedaba otro remedio que entrar en aquel mugriento antro y solicitar que le dejasen usar el teléfono, eso suponiendo que un sitio como aquel tuviese teléfono claro.
Se dirigió a la barra y vio a una mujer tatuada, vestida de la forma más indecente que habían visto los ojos de la chica o al menos eso pensaba hasta que miró a un lado y vio a una vulgar prostituta semidesnuda y sobando a uno de esos camioneros. Alba no pudo evitar poner cara de asco ante aquella estampa.
-Perdone usted –le empezó a decir Alba a la camarera del bar- ¿tienen un teléfono que funcione por aquí?
La camarera le miró con cara de repulsión, justamente la cara que tendría que poner Alba y no la ponía por educación.
-¡Oíd chicos! –gritó la camarera- parece que la Barbie se ha escapado de su casita de la playa.
Todos los allí presentes miraron a Alba y estallaron en carcajadas. Pero no le quedaba otro remedio que insistir en que le dejasen un teléfono, pues si no tendría que buscar otra alternativa y no veía otra vía posible de escape.
-Disculpe, es una emergencia, necesito un teléfono –le dijo con tono de súplica Alba a la camarera, pues presentía que la cosa se iba a poner fea si la camarera se negaba a dejarle llamar por teléfono.
La camarera la ignoró otra vez y Alba empezaba a ponerse nerviosa, pues no sabía qué hacer.
-Yo te dejo mi teléfono y lo que haga falta preciosa –le susurró uno de los sudorosos y gordos camioneros al oído a Alba.
-De usted no quiero nada –le espetó esta- antes prefiero morir.
-¿Cómo te atreves a hablarme así niñata? ¿No ves qué estás muy lejos de tu casa? –dijo el camionero con furia, agarrándola por una muñeca.
-No quisiera molestarle señor –la palabra señor le costó decírsela a tal sujeto, que era de todo menos señor y estaba intentando desasirse de la mano del horrible individuo.
-Niña será mejor que te vayas o terminarás mal esta gente no se anda con jueguecitos –dijo la camarera al ver que el camionero estaba cabreado y le hizo un gesto al mismo, para que la soltase.
Acto seguido el camionero soltó a Alba refunfuñando.
-Necesito ayuda –dijo en tono de súplica Alba.
-Nosotros no te vamos a ayudar, tenemos prohibido ayudar a forasteros es mejor que vayas dos kilómetros más adelante y allí hay una gasolinera donde puedes pedir ayuda –le explicó la camarera.
-Pero esto es el medio del desierto y ese camino es demasiado largo para recorrerlo en soledad bajo esta noche tan oscura –se quejó Alba por la propuesta poco cuerda de la camarera.
-Tú elijes si irte o quedarte aquí y ser pasto de alguno de estos camioneros.
Ninguna de las propuestas eran muy tentadoras pero, Alba sentía verdadero miedo a lo que le pudiesen hacer aquellos camioneros que distaban mucho de ser civilizados.
Entonces empezó a temblar de puro horror, sabía lo que se avecinaba y no era para nada bueno, estaba poniéndose roja de furia, y sus manos temblaban como si el demonio estuviera agitándolas con fuerza descomunal.
-Chica ¿te pasa algo? -dijo uno de los motoristas que parecía algo civilizado en aquella jauría de cavernícolas.
-¡Aléjese! –dijo Alba a voz en grito- ¡Aléjense!
Todos miraban sorprendidos a la chica y ella no paraba de ponerse más y más furiosa… ya no parecía la dulce chica que entrara por la puerta…
De repente su cuerpo dejó de temblar y parecía calmada. Su larga melena le tapaba la cara… Alzó la vista y su mirada ya no se parecía en absoluto, a la de la chica que había entrado con la mejor de las intenciones en aquel lugar, era una mirada diabólica al igual que la sonrisa que se dibujaba en su rostro… era una sonrisa malévola…
Las gentes que se agolpaba en aquel lugar estaban paralizados de horror… nunca habían visto un ser que irradiara tanta maldad…
-Hola, me llamo Érika y es hora de… ¡JUGAR!
A la mañana siguiente un artículo de periódico sorprendente en la sección de sucesos. Que decía : “se hallan 67 cadáveres en un bar de carretera en Arizona, los cadáveres estaban despellejados y en las paredes estaba escrito con sangre “los impuros deben morir, solo deben quedar las personas de buenos sentimientos” , se ha hallado una superviviente en estado de shock, completamente desnuda y cubierta de sangre… responde al nombre de Alba y se cree que el agresor o los agresores la dejaron con vida porque la chica estaba de paso por allí y no tenía que ver con las gentes que allí se agolpaban en el momento del fatídico suceso, el mundo está consternado ante un posible ángel vengador”.
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EMMA MISSHAUNT - Capítulo 1: El Accidente
Era una noche lluviosa, Samuel iba conduciendo su Ford Mustang azul por
una carretera estrecha, en la radio sonaba el hit de Michael Jackson
“Thriller”, iba de vuelta a casa, a su lado estaba su mujer Carol, su
reina, la mujer era muy hermosa, tenía unos cabellos dorados que le
llegaban a la cintura en forma de ondas, sus ojos verdes y grandes
parecían resplandecer, aunque la noche fuese la más oscura de la historia
y sus labios rojos contrastaban con su piel blanquecina.
- Sam
–empezó a decir su mujer- ¿tú crees que la niña se llevará una sorpresa?
–dijo sonriendo a su marido con una sonrisa blanca perfecta.
-
Claro que si amor –hizo una pausa para pensar-, regresamos sin previo
aviso, cosa que le entusiasmará muchísimo sin duda y aparte le llevamos
un “pequeño” regalito –dijo mirando por el retrovisor el enorme oso
marrón que se ubicaba sentado en la parte trasera del coche.
-
Tienes razón cariño –dijo la mujer sonriente, mientras le cogía la mano
que tenía suelta su marido, acariciándola –tienes razón- esta vez lo dijo
como absorta, soltando la mano de su marido y mirando con una sonrisa
nostálgica por la ventanilla.
Pasados unos minutos, Carol empezó a tener algo de frío.
- Cariño, tengo algo de frío, ¿subes la calefacción un poquito? –dijo la mujer con voz melosa a su marido.
- Claro.
Samuel agachó ligeramente la cabeza, de manera que pudiese darle correctamente al botón de la calefacción.
- ¡SAMUEL! –gritó Carol señalando con cara de terror la carretera y tapándose la boca con las dos manos.
Su
marido levantó la cabeza y vio como en el medio de la carretera se
situaban tres siluetas. No le daba tiempo de frenar, entonces giró
bruscamente el volante a la izquierda y salieron de la carretera cayendo
estrepitosamente por un barranco. El coche dio varias vueltas de
campana, hasta estrellarse con un árbol y pararse forzosamente.
Carol
abrió los ojos y vio que su marido yacía muerto al lado de ella. Sus
ojos marrones habían perdido la chispa por toda la eternidad y su
cabello negro estaba manchado de sangre, que salía a borbotones por una
brecha que tenía en la cabeza, que hacía que derramase ese líquido rojo,
por todo su pálido rostro.
- Emma cuidado –dijo Carol con un último halito de vida, mirando al oso al cual le salía medio cuerpo por el parabrisas.
Tras
estas palabras de Carol, una figura introdujo medio cuerpo en el coche y
agarrando con las dos manos la cabeza de la mujer, la desnucó.
La
figura al arrebatarle la vida a su víctima se erguió y se dirigió a
otras dos figuras que estaban de pie al lado de la escena.
- Misión cumplida Rufus –dijo la silueta que había rematado a Carol, dirigiéndose a la más alta de las figuras.
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Un teléfono sonó en la calma de la noche, provocando que se abrieran unos pequeños ojos oscuros en la penumbra de su habitación.
Los
pasos de la abuela de Emma, se sentían dirigiéndose hacia donde se
ubicaba el teléfono. A la niña le parecía extremadamente raro que
llamara alguien a tan altas horas de la madrugada, pues en sus ocho años
de vida no había oído sonar el teléfono de madrugada.
Intentó
escrutar con su mirar oscuro como la noche las tinieblas, a ver si podía
oír lo que decía su abuela, pero no entendía ni una palabra. Lo que sí
oyó fue cuando su abuela rompió a llorar.
Su abuela colgó el teléfono y se dirigió, haciendo ruido al arrastrar sus pantuflas,
hacia la habitación donde dormía el abuelo de la niña. Emma oyó como
murmuraban y oyó como el abuelo se ponía a llorar también.
- Si
la abuela llora es grave –dijo la niña para sus adentros, pues nunca
había visto llorar a su abuela- pero si el abuelo llora eso significa
que es una catástrofe –la niña sabía que el hombre era más duro que la
mujer, por eso sabía que el abuelo no lloraba fácilmente.
La niña
volvió a oír los pasos de su abuela arrastrándose, esta vez sin duda se
dirigía a su habitación, oyó como giraba el pomo de la puerta y a Emma
se le hizo un pastoso nudo en la garganta.
La abuela se dirigió
en la oscuridad de su habitación hacia la cama de la niña y encendió la
luz de la lámpara que descansaba en la mesilla de noche. La iluminación
dejó al descubierto las lágrimas que inundaban el rostro de la anciana.
Emma
se sentó en su cama, intentando escrutar el rostro desencajado de su
abuela. La anciana se acomodó en la cama de la niña y miró con pena a su
nieta.
- Cariño… -empezó a decir y su voz sonaba rota- papá y
mamá- Emma estaba a punto de romper a llorar, pues si la noticia era tan
grave como para que lloraran sus abuelos y era una noticia de sus
padres tenía que ser lo peor imaginable- han tenido un accidente y- hizo
una pausa que pareció durar años para la niña- han… muerto.
Tras
esas palabras el mundo empezó a dar vueltas para la niña, sentía como
de un momento a otro iba a perder la consciencia, no podía creer lo que
su abuelita le estaba diciendo, ¿sus padres muertos? Era imposible. Pero
el rostro de la abuela lo constataba, la abuela no iba a mentir en algo
así, aunque ella deseaba que fuese mentira desde lo más hondo de su
corazón. Y entonces Emma rompió a llorar en los brazos de su abuela, que
la apretó a su pecho y le acariciaba castaño pelo de la niña.
**Si quieres seguir leyendo esta historia, aquí está publicada hasta el capítulo 17: http://www.fanficspain.com/foro/viewtopic.php?f=2&t=4229 **
PACTO CON EL INFRAMUNDO
“Nunca debí haber firmado aquel contrato con la muerte” hablaba sola Alba, mientras miraba su bello rostro al espejo.
“Nunca debió corroerme la vanidad” seguía pensando, mirando ahora sus delicadas manos.
“Un bello rostro, una bella figura, una muy bella apariencia sin duda, pero ¿y mi alma? la tiene ese arrogante y pícaro diablo” seguía diciendo, mientras se le retorcía el vacío que había dejado en su ser su alma perdida.
“Todo esfuerzo ha sido en vano, he intentado amar pero no alcancé a hacerlo, me han amado más de mil hombres apuestos y encantadores, pero ninguno de ellos pudo ser correspondido por mí, pues mi alma pertenece a ese descarado diablo, el cual un día quiso comprármela, cuando me vio sumida en la más profunda de las depresiones” decía rememorando los tiempos pasados con cierta nostalgia por lo ocurrido.
“Y ahora, ¿qué voy a hacer con mi vida? Los placeres vanos ya no me satisfacen, y no alcanzo a tener placeres duraderos. Odio el no poder avanzar y quedarme estancada aquí por toda la eternidad, pues aparte de belleza, aquel diablo me concedió también la vida eterna, ahora me doy de cuenta de que, lo hizo porque era una vida maldita lo que me esperaba al pactar con él” decía con cólera la bella Alba.
“Si no soy capaz de amar a nadie porque mi alma le pertenece a él… espera ya sé lo que debo hacer, debo ir a visitar al diablo y enfrentarme a él” y así fue como Alba decidió ir a visitar al príncipe de las tinieblas.
Así lo dijo y así lo hizo. Después de 117 años viviendo bajo el yugo de un diablo que solamente había visto en el momento de la firma del contrato, en el que le entregaba su alma se presentó en el inframundo.
Era inmortal, por tanto los seres que habitaban esas inhóspitas tierras no podían matarla y ni siquiera hacerle daño y para ellos habría resultado imposible negarle el paso a un ser que poseyera tan poderosa belleza.
Llegó al mismísimo centro del inframundo, donde se hallaba el trono de aquel ser con cuerpo de humano, ataviado con ropajes rojos dos cuernos puntiagudos, dos alas negras y una cola larga y roja terminada en algo similar a una punta de flecha.
El diablo pareció sorprenderse al ver a Alba en sus dominios, pero se acordó al instante de ella, pues había sido la más bella y perfecta de sus creaciones y había sido alguien que no podría olvidar jamás.
- ¿Qué te trae por mis tierras bella Alba?
Alba le dedicó una amplia y radiante sonrisa a aquel ser que la había condenado.
- He venido a visitarle porque me he dado cuenta de una cosa, príncipe de las tinieblas.
- Prosigue pues.
- Vos me habéis dado una nueva y maravillosa vida, vos me habéis otorgado belleza y la juventud eterna, pero por tan noble y perfecta labor solamente habéis obtenido a cambio mi insignificante alma, a cambio de todas las maravillas que vos me habéis otorgado- hizo una pausa y el diablo le hizo un gesto de que prosiguiera con su exposición de motivos-. Ayer, estuve reflexionando sobre los 117 años de esta gloriosa vida que me habéis dado majestad y he llegado a la conclusión de que no puedo amar a ningún mortal y he caído en la cuenta del porqué de no poder hacerlo.
- Dime pues, por qué no has podido amar –dijo el diablo con cierta curiosidad.
- Pues porque todo este tiempo mi alma y mi corazón han sido vuestros mi señor y por la consiguiente al firmar aquel contrato le entregué mi corazón y mi amor y ahora me doy de cuenta de que a quien realmente amo es a usted y a quien podré amar el resto de mi vida.
El diablo puso sus ojos rojos como el fuego, como platos y levantándose de su trono de cristal cobró su forma humana.
- Cuando te conocí hace ya 117, en aquella estación de autobuses donde te vi con tu libreta escribiendo en ella palabras dolorosas, sabía que serías un gran proyecto, me enterneció mucho tu alma y sobretodo tu mirada y tus palabras cuando te pregunté qué te pasaba –le dijo a Alba cogiéndola por la barbilla clavando sus ojos azules en los marrones de ella- pero lo que realmente me enterneció fue que me contestaste “todo”, fue decir eso y sabía que eras diferente del resto de los mortales que se agolpaban en aquella estación de autobuses, nadie habría contestado así a un completo desconocido, pero tú lo hiciste, te hallabas desconsolada y buscabas refugio y yo te lo ofrecí.
Las llamas que estaban alrededor del trono, hicieron destellar los rubios cabellos del diablo.
- Aquel día te entregué mi alma mi señor y ahora creo que es justo que le ofrezca también mi amor, a cambio de la bendición que usted me dio.
Cogió a Alba con un brazo por la cintura y la estrechó contra su musculoso cuerpo, le clavó la mirada en sus ojos a escasos centímetros de su cara y enredó sus dedos en los largos cabellos del color del chocolate de Alba.
- Tu amor me ha pertenecido siempre princesa, has tardado 117 años en darte cuenta, lo que para mí es un suspiro y para ti una eternidad, admiro el valor que tienes a venir aquí mostrándome tu amor desnudo y vulnerable, es difícil lo que voy a decir, es lo más difícil de decir para un diablo, pero lo cierto es que desde aquel día te amo.
Y sus labios se encontraron en un largo y ardiente beso.
- Te he dado belleza externa, pues la interna siempre la has tenido, te he dado la inmortalidad y ahora quiero que reines en estas mis tierras, junto a mí y estemos juntos por el resto de la eternidad.
- Estaría loca si dijese que no, claro que acepto mi amor.
Y de pronto, del cuerpo de Alba surgieron unas poderosas alas negras, junto con una cola también negra y unos cuernos también negros.
- Eres reina del inframundo por amor, así que por tus venas no corre sangre real, por eso tu color es distinto del mío, pero dicen que las reinas por amor son más poderosas que las reinas por simple legado, ya eres la más poderosa en mi corazón y ahora quiero que seas la más magnífica de las reinas que en el inframundo haya reinado.
Y así fue como Alba encontró a su príncipe azul, uno que era exclusivamente especial para ella, que también era un ser muy especial.
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