martes, 17 de enero de 2012

El Monstruo

Y entonces se dio de cuenta de que había hallado la verdad, estaba rematadamente loca, era una desquiciada, una esquizofrénica que se entretenía haciendo de Dios.

Ella y sólo ella, era la loca, la que ni sus padres se atrevían a enseñar, decían que estaba maldita, por dentro y por fuera, su horrible apariencia demostraba su desequilibrio interior, un desequilibrio que se iba haciendo más y más grande por momentos.

Ella siempre había sido consciente de lo que era, había sido consciente de que era un monstruo tanto por dentro como por fuera. Aunque siempre lo había sido, ella antes tenía la esperanza de mejorar, pero llegó un punto en que ya no sabía, ya no quería mejorar, ella amaba sobre todas las cosas a los "suyos" pero, esos a los que ella llamaba los "suyos" ya no eran más que humo, se habían desvanecido con el tiempo y ella se había quedado sola incluso su madre había sido plenamente consciente en su momento que había dado a luz al anticristo, a ella.

Ni mil años bastarían para borrar las miles de caras de miedo que embargaban su memoria, eran ellos aquellos que alguna vez le importaron, ella los amó y ese mismo amor que sintió por ellos fue el que hizo que se volviera definitivamente loca, pues ella se volvió posesiva con ellos, deseaba ayudarlos en todo momento, que ellos le contasen todo, y poder ayudarlos pues todo lo racionalizaba, y ella creía que tenía la capacidad de ayudar, de ayudar a cualquiera persona, y eso fue lo que echó su cordura al garete, pues después de varias pifias ella no lo entendía y se dedicó a racionalizar lo que había fallado, pero eran sentimientos los que habían intervenido y como el ser humano es muy complejo, incluso más complejo de lo que ella podría imaginar nunca, forzó tanto su cabeza que al final perdió la cordura y lo que hizo fue crearse un mundo perfecto en la imaginación en donde nadie podría meter la pata, en su imaginación ella era totalmente feliz, era su mundo, el mundo que ella deseaba para los "suyos" en ese mundo todos y todas eran felices y ella los ayudaba a todos sin discriminar a nadie, y ella era la heroína, la auténtica heroína del cuento que empezó con el día de su nacimiento y el cuento que sin duda finalizaría el día de su muerte dado que nadie quería su mundo aunque ella se lo ofreciese con las mil comodidades que el mismo implicaba.

El monstruo creció y ahora no es más que un ser desquiciado que se dedica a delirar en una lengua inventada para su mundo, su único mundo.

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